La paciencia es un bien esencial para una madre. Si no la tienes, la creas.
Convertirse en madre implica que desde el día uno, nuestros bebés pondrán a prueba nuestros límites y llenarán o vaciarán (según sea la situación) nuestro adorado “frasco de la paciencia”.
Los niños y bebés no saben (ni tendrían porque saber) del “se hace tarde”, “vamos que ya no puedo cantar más”, “¡duérmete ahora” …. Su ritmo lento, delicado y calmo necesita ser acompañado con amor y con ganas. Y para eso necesitamos tener paciencia.
Nuestros hijos requieren observar con atención, repetir y reafirmar. Adaptarse a los cambios, sorprenderse, experimentar. Y para hacer todo esto, necesitan tiempo. Es gracias a ese tiempo que se toman que no puede medirse con el reloj, que hacen suyos los conocimientos y desarrollan capacidades físicas y psíquicas.
Cuando les damos tiempo los dotamos de capacidades cognoscitivas y de pensamiento, que les permiten desarrollar aprendizajes.
Nuestra paciencia, les transmite amor y les da seguridad. Especialmente cuando la ponen a prueba. Porque es ahí cuando más la necesitan.
La paciencia de una madre siempre está ahí, aunque algunas veces pueda sentirse perdida. Cada vez que contestas preguntas repetidas, cada vez que esperas a que se pongan la ropa, que le cantas para que se duerma, le arrullas…. Ahí está, tu frasco lleno, rebosante de paciencia y amor.
Hay situaciones que hacen que nuestro frasco se “agujere” y entonces vamos perdiendo gota a gota la preciada paciencia. También hay cosas que podemos hacer para tapar la fuga y asegurarnos de llenar y mantener a tope nuestro frasco.
Aquí unos consejos:
- Empieza por ti: dale importancia al autocuidado.
El autocuidado nos protege, nos ayuda a estar emocionalmente disponibles para atender a nuestros bebés. Empezar cuidándonos es la mejor forma de mantener lleno el frasco. El autocuidado puede hacerse de muchas formas, lo más importante es que elijas la que te hacer sentir bien y sostengas al menos una hora, una vez por semana. (Hacer ejercicio, comer saludable, tener tiempo a solas, ir al médico, una salida con amigas, etc.)
- Bájale a la auto exigencia
Exigirnos y exigir a nuestros hijos de más, solamente genera estrés y frustración. Pregúntate si eso que exiges o te-exiges ¿realmente es tan importante? ¿vale la pena?
- Valida tus-sus emociones
Muchas veces perder la paciencia es la consecuencia de emociones reprimidas y no la causa en sí. Por ejemplo, cuando estamos estresadas por problemas en el trabajo y perdemos la paciencia con nuestros hijos. ¿Cuál es el problema real? El estrés.
Reconoce y resuelve esa emoción y tu frasco se llenará nuevamente.
Saber que eso que te sucede es válido y que tienes que atenderlo, evitará que te sorprendas con el frasco de la paciencia vacío.
- Aprende a vivir y disfrutar el ahora
Vivimos pensando en el futuro. Sentimos que el tiempo se nos escurre entre las manos y tenemos que hacerlo todo ya. En esas prisas por llegar a todos lados, perdemos de vista el ahora. Los bebés crecen mucho más rápido de lo que quisiéramos. Sus tiempos lentos, van con prisa. Si no te detienes ahora a disfrutarlo y esperarlo cuando lo necesita, un día te darás cuenta que el también está en tiempo veloz y extrañarás estos momentos de tiempos lentos. Aprende a disfrutar, a hacer una pausa, a detenerte.
- Realiza actividades anti-estrés
Todo lo que puedas hacer que te ayude a relajar, llenará tu frasco.: momentos de juego en familia, salir a caminar, un hobbie como pintar o tejer. Cocinar, bailar, escuchar música, meditar…etc. RECUERDA: tu paciencia marca el reloj y los tiempos de tus hijos. Esperarlos les transmite que los respetas, los amas y los hace sentir seguros. Con tu modelo, aprenderán el valor de tener paciencia, de esperar, de respetar y tolerar a los otros. Lee también: “consulta psicológica para mamás, cuándo consultar”.
Natalia Sladogna. Psicóloga