El sueño preocupa y desespera a muchos padres. Las condiciones actuales de vida pueden hacernos perder la perspectiva, guiados por las prisas, la exigencia, los tiempos, el cansancio, hacemos todo para que nuestros pequeños se ajusten a nuestras necesidades.
Les tengo una noticia: ¡los bebés no duermen toda la noche, y esto es normal! No necesitan que les enseñemos, entrenemos o dejemos llorar. Nos necesitan para que los acompañemos respetuosamente.
Informarnos sobre las características del sueño, es una buena forma de saber que es esperable y qué podemos hacer para acompañar.
Aquí van algunos datos:
- El sueño es un proceso madurativo y de desarrollo. Cambia a lo largo de la vida, no duerme igual un adolescente que una persona mayor. Por lo tanto, que nuestro bebé pase de dormir varias horas a tener más despertares, puede ser normal y no debe sentirse como un retroceso.
- Los bebés nacen sabiendo dormir. ¡Lo hacen desde que están en la panza! Todo bebé se quedará dormido en algún momento y todos los niños algún día dormirán toda la noche.
- El sueño adulto pasa por diferentes fases y ciclos durante la noche. Los bebés tienen que ir incorporando estas fases. En el cambio de fases suelen ocurrir despertares. Los adultos hemos aprendido a acomodarnos y seguir durmiendo. Pero los bebés aún están en este proceso y este es uno de los motivos por los que tienen más despertares.
- Los bebés tienen un sueño ligero que les permite despertarse y mantenerse vigilantes, se trata de un mecanismo de supervivencia ante adversidades. Se despiertan para llamar a sus cuidadores, sin ellos no podrían sobrevivir. Este mecanismo viene de la época de las cavernas en donde un bebé dejado solo a la intemperie podía ser devorado por un depredador. Los despertares son formas de estar seguros y de asegurarse alimentación.
¿Qué podemos hacer? Acompañar respetuosamente el sueño.
Esto quiere decir estar atentos al desarrollo y las necesidades de nuestros hijos. Los bebés necesitan sentirse tranquilos, protegidos y cómodos para poder dormir. Y la mejor manera de hacerlo es acompañándolos.
Atender a los llamados de forma efectiva y rápida les hace saber que estamos cerca, que los cuidamos y les brindamos seguridad. Por el contrario, dejarlos llorar les enseña que sus necesidades no son importantes, lo que genera sentimientos de desamparo y estrés.
Practicar el colecho seguro (dormir en la misma cama) es una buena forma de acompañar. La cercanía con el cuerpo de la madre favorece la sensación de tranquilidad y seguridad, además de la sincronización de la temperatura, la frecuencia cardíaca, la respiración y el sueño. Lo que puede favorecer que duerman mejor durante la noche. El colecho también favorece el descanso de la madre.
La lactancia materna a demanda es un facilitador natural del sueño. No solamente porque la succión brinda confort, sino porque la leche materna incluye entre sus componentes el triptófano, que favorece que los niños se duerman antes y lo hagan mejor durante la noche.
Practicar colecho o lactancia materna son decisiones que toma cada familia y no son condicionantes del sueño. Lo más importante es que el bebé se sienta seguro, relajado y acompañado para poder dormir, y esto cada familia lo logra como quiere.
A partir de los 6 meses, cuando ya se han establecido más fases del sueño, hay algunas otras acciones que podrían realizarse:
1 Revisar expectativas: muchas veces sentimos que nuestros hijos duermen poco, o quisiéramos que lo hicieran en determinado horario. Estas expectativas pueden no coincidir con el momento de desarrollo en el que se encuentra nuestro hijo. Un bebé duerme lo que necesita dormir y no más. Revisar mis expectativas, es una forma de evitar frustración y falsas esperanzas.
2 A partir de los 4 meses, una vez que mi hijo ha empezado a distinguir la noche del día. Puedo intentar que duerma más horas por la noche y menos por el día. A los 6 meses un bebé necesitará hacer 2 siestas y a partir del año podrá hacer una sola.
3 El sueño está ligado a lo emocional. Cuando nos sentimos nerviosos, inquietos o estresados, tenemos más dificultad para dormir, a nuestros bebés les pasa igual. Evaluar cómo están las cosas en casa, cuál es el tiempo real que paso con mi hijo, qué emociones y sentimientos le estoy transmitiendo, etc. Nos ayudará.
4 Tomarse tiempo para acostarlos con tranquilidad. Los bebés son sumamente receptivos, si nos sentimos nerviosos, si tenemos mucha prisa porque se duerman rápido, más lento y difícil se hará el proceso.
5 Observar a nuestros hijos, nos permitirá saber en que momento empiezan a sentirse cansados. Ese es el mejor momento para llevarlos a dormir. Intentemos adaptar los horarios a sus necesidades y no a las nuestras. Una vez que sabemos cuales son sus necesidades de sueño, podemos ir haciendo modificaciones en los horarios para poder llegar a una sincronicidad que sea funcional a toda la familia.
6 Generar un ambiente agradable de calma que invite a conciliar el sueño un tiempo antes. Bajar las luces, poner música suave, hacer actividades tranquilas como leer o cantar.
7 Elegir actividades de acompañamiento adecuadas a la edad. A un recién nacido le gusta sentirse como en el útero materno para relajarse; arroparlo y mecerlo es una forma adecuada de acompañarlo. Pero esto mismo no podrá hacerse con un niño de 2-3 años, porque sería agotador para los padres. A esta edad podemos acompañarlos con cuentos, historias o canciones. Nuestros niños necesitan saber que dormir es una actividad placentera y agradable, cuando los acompañamos con actividades que les gustan y los relajan estamos ayudando a que hagan esta asociación.
Por último, cuando un bebé se despierta y nos llama, no nos está tratando de tomar el pelo o manipularnos, nos está diciendo que nos necesita. Acompañarlo y atender a su llamado es la mejor forma de hacerlo sentir tranquilo y de que todos volvamos a dormir.
RECUERDA: todos los niños en algún momento duermen toda la noche.
Mientras tanto: PACIENCIA, AMOR Y RESPETO. Todo pasará.
Referencias bibliográficas:
-Rosa Jové, (2007). “Dormir sin lágrimas: dejarle llorar no es la solución”.